¿Te has fijado en este gráfico?
Se hizo viral en redes la semana pasada. Muestra la caída en las ofertas de empleo en Estados Unidos desde la aparición de chatGPT... mientras el S&P 500 sigue subiendo como un cohete.
Impacta, ¿verdad?
La narrativa se escribe sola: “la inteligencia artificial está quitando empleos”.
Y suena convincente. Pero... ¿y si no fuera tan simple?
El título de este post lo he tomado de uno de los pasajes del libro “Economía en una lección” de Henry Hazlitt publicado en 1946 y donde se desmonta el miedo eterno que le tenemos a que las nuevas tecnologías destruyan el trabajo que ahora realizamos los humanos.
“Constituye uno de los errores económicos más corrientes la creencia de que las máquinas, en definitiva, crean desempleo. Mil veces destruido, ha resurgido siempre de sus propias cenizas con mayor fuerza y vigor. Cada vez que se produce un prolongado desempleo en masa, las máquinas vuelven a ser el blanco de todas las iras”
Henry Hazlitt
Con la inteligencia artificial estamos sufriendo el mismo miedo de siempre: el que sentían los tejedores que rompían telares en el siglo XVIII. El de los coches de caballo con la Revolución Industrial. O el de los contables de los ochenta con los ordenadores personales…

Pero la realidad es que cada nueva máquina que entra en el sistema productivo ahorra trabajo y libera recursos para crear otros trabajos. Permite al empresario producir más barato, invertir más, contratar en otros sectores y bajar los precios. Y, al bajar precios, la gente tiene más, para compra más generando nuevos empleos, o para ponerlo al servicio de la inversión.
No es magia. Es el flujo natural del progreso.
Piénsalo con un ejemplo moderno.
Un desarrollador usa IA para programar el doble de rápido.
¿Destruye eso empleo?
A corto plazo, puede que sí: una empresa necesita menos horas de código.
Pero a largo plazo… ese ahorro se transforma en más inversión, en nuevos proyectos, en productos más baratos.
Y al final, más trabajo.
Distinto, sí. Pero más.
El gráfico lo cuenta todo, si lo lees bien.
Las ofertas de empleo bajan, porque la productividad sube.
Las empresas aprenden a hacer más con menos.
Y eso, en el lenguaje del mercado, se traduce en beneficios y en un S&P 500 en máximos históricos.
“Si fuese realmente cierto que la introducción de la maquinaria es causa de creciente desempleo y miseria, las deducciones lógicas serían revolucionarias, no sólo en el aspecto técnico, sino también en lo que se refiere a nuestro concepto global de la civilización. No sólo tendríamos que considerar calamitoso todo futuro progreso técnico, sino que deberíamos contemplar con igual horror los progresos técnicos alcanzados en el pasado. Diariamente cada uno de nosotros se esfuerza en reducir en lo posible el trabajo que un determinado fin exige; todos procuramos simplificar nuestro trabajo y economizar los medios necesarios para alcanzar el objetivo deseado. Cualquier empresario, grande o pequeño, ansía constantemente conseguir realizar sus particulares objetivos con mayor economía y eficacia; es decir, ahorrando esfuerzo. Todo obrero inteligente procura reducir el esfuerzo que le exige la tarea encomendada. Los más ambiciosos entre nosotros tratan incansablemente de aumentar los resultados que puedan obtenerse en un número determinado de horas. Si obrasen con lógica y consecuencia, los tecnófobos deberían desechar todo este progreso e ingenio, no ya por inútil, sino por perjudicial. ¿Para qué transportar mercancías entre Nueva York y Chicago por ferrocarril cuando podrían emplearse muchísimos más hombres, por ejemplo, si las llevasen a hombros?”
Henry Hazlitt
Lo que estamos viendo no es el fin del trabajo, sino la oruga convirtiéndose en mariposa.
La transición duele. Pero el resultado ha sido siempre el mismo: más riqueza, más bienestar, más posibilidades.
Así que cuando veas gráficos de este tipo, protestas, miedos, políticos protegiendo industrias… no pienses en catástrofes. Piensa en transición. Piensa en cómo cada vez que la humanidad ha temido la innovación, ha terminado viviendo mejor.
Cada gran salto de productividad —la imprenta, el ferrocarril, la electricidad, Internet, y ahora la IA— ha tenido la misma curva emocional: miedo, ajuste y expansión.
Los precios caen, los márgenes se ensanchan, las empresas más ágiles capturan el valor… y el capital, como siempre, fluye hacia la eficiencia.
Por eso el mercado sube cuando el empleo se enfría: no celebra el paro, celebra la productividad. Y a largo plazo, eso se traduce en crecimiento real, en salarios más altos, en vidas más ricas.
La lección de Hazlitt sigue vigente: no temas a las máquinas. Entiende lo que transforman e invierte donde nace el futuro.
Enrique Díaz Valdecantos
https://valdecantos.substack.com/
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