Te planteo un ejercicio muy sencillo: Piensa en una persona cualquiera. Yo lo haré con un tipo llamado Paquito Navarro. ¿Le animarías a aprender a invertir?
Paquito tiene, básicamente, dos opciones:
- Dedicar mucho tiempo para aprender a analizar e invertir de manera "activa", con lo que espera obtener rendimientos extraordinarios. O,
- Aprender lo básico para construirse una cartera diversificada que le permita capturar el rendimiento secular de los mercados financieros. Esto es lo que comúnmente llamamos “indexación” o inversión “pasiva”.
Ambos Paquitos (que son el mismo) parten con un ahorro inicial de 5.000 euros y una capacidad de ahorro de 6.000 al año. ¿Qué consecuencias a nivel inversión tiene cada alternativa?
Supongamos que el primer año, el Paquito "activo" dedica 4.000 euros en un par de buenos cursos que le enseñen a analizar y valorar compañías. El resto de años dedica gasta unos 300 al año para formación continua y unos 300 para suscripciones de herramientas de análisis online.
El otro Paquito, el "pasivo", gasta 1.000 euros en un curso de finanzas más genérico y, luego, unos 100 euros al año en formación continua.
¿Cuáles son los objetivos que cada uno persigue?
El Paquito “activo”, lógicamente, aspira a rentabilidades extraordinarias. Y Paquito "Pasivo" aspira a rendimientos promedio.
Imaginemos que Paquito "activo" después de después de 20 años consigue un extraordinario 10% de rentabilidad anual compuesta. ¡No está nada mal! Mientras que el Paquito “pasivo”, se conforma con un "modesto” pero honorable 7% anual.
A simple vista, el Paquito “activo” fue mucho más eficiente con sus inversiones que el Paquito "Pasivo". Con ese 10% frente al 7%, al cabo de 20 años, obtuvo ¡casi 300 mil euros más!
Estas son las cuentas:
- 50.000 de capital inicial + 6.000/año al 7% anual durante 20 años dan un capital final de 456.675 euros.
- 50.000 de capital inicial + 6.000/año al 10% anual durante 20 años dan un capital final de 714.390 euros.
Jaque mate para Paquito "activo".
Pero… ¿realmente Paquito activo fue más eficiente?
¡Pues creo que no! Para empezar, el capital inicial de Paquito “activo” no son 50.000. Son 50.000 menos los 4 mil euros que dedicó a los cursos de formación. Y tenía 500 euros menos al mes frente a Paquito "pasivo" por culpa de la formación continua y a los servicios de suscripción que tenía que asumir. Y hay una cosa más aún ¡EL TIEMPO DE DEDICACIÓN! ¿Cuánto tiempo le tuvo que dedicar Paquito “activo” para aprender y, luego, gestionar su cartera frente al tiempo que le ha de dedicar el Paquito “pasivo”?
Supongamos que Paquito “activo” le dedicó 300 horas el primer año para sus cursos, 300 el segundo y, luego, unas 120 anuales de formación continua cada año (unas 10 horas al mes). Por el contrario, al Paquito “pasivo” le bastó con dedicar 200 horas el primer año más un residual de 60 horas cada año (5 horas al mes).
¿Qué números salen ahora?
En términos monetarios, Paquito “activo” sigue machacando a Paquito "pasivo". El capital que logra obtener el primero, ascendería a 670.597 euros, mientras que el del segundo, sería de "apenas" 448.806 euros.
Pero, ¿y si hacemos un sencillo cálculo de beneficio obtenido por hora de tiempo empleado?
Eficiencia = Beneficio total / Tiempo invertido
Aquí es dónde se tornan las risas.
Imaginemos que el Paquito “pasivo” apenas le tuvo que dedicar 1.340 horas durante todos estos 20 años. Mientras que Paquito “activo” le tuvo que dedicar unas 2.840 horas.
¡1.500 horas más!
Es lógico. Necesitó más tiempo para aprender, analizar, valorar y estudiar. Si hacemos esa ratio de eficiencia obtenemos que el beneficio/hora de Paquito "activo" fue de 216 euros, mientras que la de Paquito "pasivo" fue de ¡291 euros!.
¿Quién es ahora el guay?
Lo que dicen los números es que Paquito “pasivo”, no sólo fue más eficiente que Paquito "activo" sino que, además, tuvo un saldo a su favor de 1.500 horas que pudo emplear en una actividad diferente a la inversión más productiva. Por ejemplo, pudo haber empleado ese tiempo en dar clases de pádel, convertirse en jugador profesional y llegar a ser el puto número uno junto a Juan Lebrón en el 2019.
¿Por qué no?
El mensaje final que quiero transmitir es que, invertir por nuestra cuenta, aparte de consumir recursos monetarios en formación, también lo consume recursos en términos de TIEMPO. No todo es el dinero. Tenemos que reflexionar muy bien si nos compensa invertir por nuestra cuenta o si es mejor emplear ese tiempo para otras tareas más productivas, o más divertidas.
Y esto me da pie para hablar del siguiente concepto: la rentabilidad emocional (o rentabilidad intelectual). Mucho Sharpe, mucho Sortino, mucho Treynor pero yo me acabo de inventar un nuevo término financiero por toda la cara. Por mi cara bonita. Sin papers, ni estudios. Ni vergüenza. Mi tesis es que la rentabilidad total a la que debe aspirar un inversor ha de ser SIEMPRE la suma de dos rentabilidades independientes: por un lado, la rentabilidad financiera de la cartera (que es la que todos conocemos). Y, por otro, la rentabilidad emocional que obtenemos durante el proceso.
RENTABILIDAD TOTAL INVERSOR = RENTABILIDAD FINANCIERA + RENTABILIDAD EMOCIONAL
(¡Chúpate esta Fama!)
El planteamiento es muy sencillo: si haces el cálculo de eficiencia por unidad de tiempo que antes hicimos con Paquito, es MUY PROBABLE que no te merezca la pena invertir por tu cuenta.
Haz tus propios números.
Ahora bien, si tienes cierta inquietud emocional o intelectual por la inversión, entonces todo cambia. ¿Disfrutas aprendiendo? ¿Disfrutas analizando y valorando empresas? ¿Disfrutas monitoreando tus inversiones y analizando la realidad económica y financiera que te rodea? ¿Disfrutas enfrentándote al mercado?
Debemos partir de la base de que NO sabemos cuál será la rentabilidad financiera que obtendremos dentro de 10, 15 o 20 años. El futuro es incierto. Por lo tanto, de partida, tenemos que tener alguna razón de peso, más allá de la financiera, para dedicarle tiempo a la inversión.
Es muy simple: ¿te merece la pena invertir? Cuando respondes SÍ a esto de manera honesta entonces te libras de la presión del benchmark y es cuando empiezas a disfrutar y entiendes la estrategia perfecta universal no existe, y que el resultado final no es lo importante, sino el camino. Y que disfrutar del proceso es clave porque es ahí donde la rentabilidad está siempre garantizada al 100%, Y también es exponencial, como la financiera.
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